LAS INSTITUCIONES GUIPUZCOANAS NO DEBERÍAN PERMITIR LA INSTALACIÓN DE CIRCOS CON ANIMALES EN SU TERRITORIO

 

CIRCO HERNANI

 

Ante la presencia de un circo con animales en la localidad de Hernani, ATEA desea hacer llegar a la opinión pública su preocupación por la permanente inacción de las diversas administraciones públicas competentes en la materia: sobre todo los ayuntamientos.

 

En efecto, el tradicional espectáculo circense ―instalado durante estos días en Hernani― obliga a sus animales a realizar números que en ningún caso pueden aceptarse como 'naturales' para ellos, radicando aquí un aspecto esencial para el cumplimiento estricto de la normativa proteccionista genérica, en vigor en la Comunidad Autónoma Vasca desde octubre de 1993. En su Artículo 4.2.f ―formando parte de la lista de prohibiciones genéricas respecto a nuestro proceder con los animales― incluye la de “Imponerles la realización de comportamientos y actitudes ajenas e impropias de su condición o que impliquen trato vejatorio”. Resulta evidente que los números que por lo común suelen hacer los animales en la pista no responden en ninguna de sus formas a lo que pudiera identificarse con 'actitudes propias de su condición'. A menos que se demuestre lo contrario, es decir, que sea 'propio de la condición de los osos', por ejemplo, juguetear con aros de colores, o bailar subidos en un pequeño taburete. Independientemente del método empleado para conseguir tales comportamientos ―y que en cualquier caso tienen que ver con la imposición de una disciplina violenta y agresiva, pues simplemente no existe otra fórmula que la intimidación dolorosa cuando de animales silvestres se trata―, entendemos que el citado circo y cuantos incluyen especies silvestres en sus números incumplen de manera flagrante el citado Artículo 4.2.f, por cuanto conminamos al ayuntamiento hernaniarra a que aplique con rigor la normativa proteccionista vigente, pues tiene no solo la potestad para ello, sino la obligación de actuar de oficio ante cualquier posible vulneración de la misma.

 

ATEA lleva denunciando esta situación el tiempo que tiene la Ley 6/1993 (o sea, más de veinte años), sin que las distintas administraciones vascas quieran darse cuenta de que, texto en mano, no deberían permitir la presencia de animales [no humanos] en los circos. Es tan evidente como parece. Por tanto, creemos imprescindible que un responsable municipal gire inspección oficial a una función del mencionado espectáculo (cosa que, de forma incomprensible, jamás se hace), por comprobar que, en efecto, lo que sucede en la pista contraviene la normativa de aplicación.

 

En un sentido genérico, cabe recordar que este cruel espectáculo visita con asiduidad las principales ciudades vascas, trayendo consigo una colección de seres a los que se explota hasta el final de sus días, confinándolos de manera permanente en reducidos espacios, 'educados' a base de malos tratos y a través de una brutal represión de sus instintos básicos. Si mantener encerrada a una persona en un zulo durante meses se considera un secuestro y una tortura, ¿por qué nos parece justificable confinar a un hipopótamo o a un león en una diminuta jaula durante toda su vida? Si asumimos como algo inaceptable utilizar en la educación de los niños los castigos corporales, ¿por qué admitimos el mismo hecho con naturalidad e indiferencia cuando las víctimas son caballos o tigres en la pista del circo? En todos los casos mencionados las consecuencias para las víctimas son exactamente las mismas. A lo dicho habría que añadir un dato biológico incuestionable, como es el hecho de que los animales utilizados en los circos son vertebrados y mamíferos, exactamente en la misma medida que lo somos los seres humanos que ocupamos la grada y aplaudimos sus 'gracias'.

 

El circo es una de las áreas de explotación animal menos conocida y sin embargo más crueles. La gente no suele vincular el circo con el maltrato a los animales, pero la evidencia nos muestra que este trasnochado espectáculo usa y abusa de unos seres indefensos a los que obliga a realizar ante el público números incomprensibles para ellos. Y es precisamente este uno de los aspectos que desde organizaciones como ATEA venimos denunciando desde hace décadas, y que constituye a nuestro juicio un incumplimiento continuo e inaceptable de la normativa vigente. ATEA entiende que las instituciones encargadas de hacer cumplir la ley hacen una vergonzosa dejación de sus obligaciones. Esto es así desde siempre, una vez tras otra, y en la más absoluta impunidad.

 

Resulta además decepcionante comprobar que, en la práctica, y en lo que a las inspecciones administrativas se refiere, la labor se limita a constatar que los animales no tienen enfermedades transmisibles a los ciudadanos. De todo lo aquí expuesto se infiere que las instituciones están haciendo una gravísima y constante dejación de sus responsabilidades más elementales, lo que les coloca una comprometida situación a la hora de exigir a los ciudadanos el cumplimiento de la normativa municipal. ¿Qué autoridad moral tiene un ayuntamiento para hacer cumplir las leyes a la ciudadanía cuando él mismo hace oídos sordos ante aquellas que no le interesan? Es desde luego muy poco edificante que desde la sociedad civil tengamos que poner especial énfasis en algo tan evidente como el cumplimiento de las leyes. Desde ATEA emplazamos a las instituciones competentes y a los partidos políticos que constituyen los ayuntamientos a que abandonen su postura acomodaticia y asuman de una vez por todas sus obligaciones como representantes electos de la sociedad.

 

Por otro lado, ATEA desea hacer una invitación pública a la ciudadanía para que se muestre crítica con este espectáculo; que lo rechace con su ausencia, por no respetar los derechos elementales de seres independientes que tienen sus propios intereses y deseos (y ni unos ni otros pasan desde luego por hacer de bufones en la pista y llevar una vida reducida a interminables viajes y ridículos números). Tampoco por la soledad de un carromato y el encadenamiento. Desde nuestra organización apelamos una vez más a la conciencia ética y a la puesta en práctica de un ejercicio moral e intelectual, que al parecer hemos medio olvidado. Nos referimos a la empatía, y como lógica consecuencia, una solidaridad global que incluya a todos los seres sintientes, y no solo a los humanos.

 

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