AL OBJETO DE ESTABLECER LÍMITES y aportar una información veraz sobre la ideología animalista, conviene precisar qué es en realidad un grupo como ATEA, pues con frecuencia se nos vincula a organizaciones y sensibilidades que poco o nada tienen que ver con nuestro verdadero espíritu. En este sentido, creemos que es tan importante aclarar QUÉ SOMOS como QUÉ NO SOMOS.
ATEA ES UN COLECTIVO ANIMALISTA. Nos “interesan” los animales en la medida en que son seres capaces de sentir dolor y, en definitiva, de sufrir. Consideramos moralmente inaceptable someterlos a malos tratos en situaciones que podríamos evitar si estuviéramos realmente interesados en ello. Los animalistas defendemos la idea de que el mismo grado de dolor y angustia tiene las mismas consecuencias para quien lo experimenta, sea cual sea la especie biológica a la que pertenezca.
EN REALIDAD, lo único que nos diferencia de las organizaciones humanitarias es el grupo de individuos-víctimas a la que va dirigida nuestra labor.
ATEA "NO" ES UN GRUPO ECOLOGISTA O CONSERVACIONISTA. A tal punto es así, que algunas de las tesis que defienden tales corrientes entran en claro conflicto con las animalistas. Nuestro interés no está primordialmente orientado hacia las especies sino a los individuos, que son los únicos entes capaces de sufrir. Por ello, nos indigna en igual grado la agresión a un águila imperial que a un pollo de granja. En consecuencia, la principal particularidad de la ideología animalista respecto a otras inquietudes morales que tienen que ver algo con los animales, es que nosotros vemos a éstos de forma individual, porque sólo los individuos pueden sufrir, y nuestro precepto básico es la lucha contra el dolor gratuito. Por utilizar una analogía que ayude a comprender nuestra filosofía, podemos recurrir a la lucha que llevan a cabo las organizaciones humanitarias, cuyo interés se centra en los derechos individuales, sin que el status del colectivo (un grupo de indios amazónicos, por ejemplo) sea considerado prioritario. Conviene precisar, sin embargo, que no sentimos una especie de “orgullo” por no ser ecologistaso conservacionistas desde nuestra militancia. De hecho, la mayoría de los animalistas ponen en práctica a diario una gran concienciación medioambiental. Habría que recalcar, así mismo, que nos sentimos mucho más cercanos a la tesis ecologistas que a las conservacionistas, puesto que estas últimas tienen una evidente tendencia a considerar el medio (incluidos los animales) como una especie de despensa al servicio del ser humano, llegando a asumir a la comunidad biológica como un mero conjunto de elementos reemplazables sin intereses propios y siempre al servicio de la comunidad humana. De la misma forma, es justo reconocer que dentro del movimiento ecologista el número de personas sensibilizado con la problemática animal es afortunadamente muy superior al resto de la sociedad, y ésto es algo que se ha potenciado en los últimos tiempos.
TAMPOCO SOMOS UNA SOCIEDAD PROTECTORA. No recogemos animales abandonados ni gestionamos refugios de acogida. De esta encomiable labor se ocupan las SPAs, con cuyos objetivos nos identificamos de lleno. Nuestro trabajo está sobre todo dirigido a la concienciación social, precisamente para que algún día no se necesiten los centros de protección. La realidad es que se trata de trabajos complementarios.
LA MAYORÍA DE QUIENES formamos parte de grupos como ATEA no nos consideramos necesariamente “amantes de los animales”. Aunque ambas cosas no son incompatibles, lo cierto es que no creemos que se trate de una cuestión sentimental, sino de pura justicia. Recurriendo de nuevo a las organizaciones humanitarias, resulta ilustrativo que quienes forman parte de las mismas no se vean a sí mismos como “amantes” de los niños, de los pobres, de los enfermos, de los ancianos o de los represaliados políticos. Pero, a renglón seguido, se asume como “natural” identificar a quienes se oponen a cualquier atrocidad que se cometa con los animales con “cursis sentimentales” sin nada mejor que hacer en su tiempo libre. Demasiada gente sigue creyendo que muchas y muchos animalistas se han decantado por esta causa como podían haber elegido la filatelia. Todo ello deriva, naturalmente, de toda una concepción cultural que no reconoce entidad al dolor ajeno si éste no tiene forma humana.