ATEA remitió la pasada semana sendas cartas a los ocho concejales que componen el Ayuntamiento de Laguardia (Álava), ante el inaceptable silencio que guarda su Ayuntamiento trascurridos más de tres meses desde la formulación de una denuncia donde se daba cuenta de la situación de varios perros en los alrededores de la localidad.
Los animales tienen por todo cobijo unas barricas tumbadas, lo que a nuestro juicio resulta insuficiente para que se cumpla la normativa autonómica en vigor, pues esta especifica en el apartado de proscripciones la de “Maltratar a los animales o someterlos a cualquier práctica que les pueda producir sufrimientos y angustia injustificados”. Entendemos que mantener a un perro atado la mayor parte del día (si no todo) ha de causarle por fuerza una severa frustración, así como diferentes grados de estrés y angustia, de natural lesivas todas en un plano psicológico. Por tanto, consideramos que cabe concluir de los hechos un evidente un maltrato continuado y sin justificación posible (baste recordar que para preservar la seguridad de un recinto privado existen las alarmas, y los perros no deberían ser considerados como tales), que en lógica consecuencia menoscaba de forma muy seria los intereses de las víctimas.
Habida cuenta del vergonzoso silencio administrativo, nos hemos dirigido esta vez a sus concejales, por ver si alguno o alguna tiene la decencia política de ofrecernos su opinión al respecto, tanto sobre dicho silencio como sobre su postura. En tal sentido, manifestamos nuestro hartazgo de que, por lo general, los gestores públicos hagan caso omiso de la normativa de aplicación en materia de protección animal, con independencia de adscripciones políticas. La experiencia nos demuestra que, por desgracia, lo habitual es que todo quede en manos de sensibilidades personales, hecho que no nos parece desde luego gratificante, pues las siglas han de significar por fuerza algo, o así nos lo transmiten a través de sus engolados discursos mediáticos.
Esperamos que, dado que el alcalde ya nos ha demostrado un muy deficiente talante moral a través de su silencio, alguno de los concejales se digne responder a su compromiso social en algo tan elemental como hacer cumplir la ley. Sobre todo por los animales, y aunque “nada más” fuera que por la propia imagen del pueblo, famoso por su actividad viticultora, y que, además de para albergar caldos, también hace uso de las barricas como caseta cutre para desdichados animales, ofreciendo con ello una pésima imagen publicitaria.
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